A la Torre de Marboré
A la Torre de Marboré (3009 m)
“… los veraneantes que se balancean sobre mulas por el fondo del circo de Gavarnie no pueden imaginar el esplendor de un mundo mineral centelleante mil quinientos metros por encima del estiércol…”
Georges Véron
Si se quiere ascender a la Torre de Marboré en un solo día, conviene madrugar un poco. Tanto desde Ordesa como desde Bujaruelo nos espera un desnivel severo y tránsito por territorios que poco tienen que ver con el paseo. Los franceses lo tienen más fácil pues se puede ascender en vehículo hasta el mismo col de Tentes, a pocos minutos del puerto de Bujaruelo.
Nosotros partimos a las siete de la mañana siguiendo desde el principio un ritmo pausado que nos permitirá aguantar muchas horas andando. Así que sin prisas, en un par de horas nos plantamos en el puerto de Bujaruelo.
De allí a Sarradets invertiremos algo más de una hora para cruzar el largo trayecto que llanea, ahora subo ahora bajo, a los pies de la cara norte del Taillon antes de remontar una zona abarrancada que tras generosa pendiente nos deja a la vista de Sarradets, sobre los abismos del circo de Gavarnie. El paisaje que de repente se nos aparece resulta espectacular y aunque la luz de la mañana no es la mejor para este mirador nunca se puede evitar que a partir de aquí el corazón lata de otra manera.
A partir del refugio de Sarradets y hasta alcanzar la Brecha de Roland nos espera una pendiente severa pero que se resuelve en poco tiempo y sin demasiado esfuerzo gracias a un estupendo trazado que zigzaguea sobre los nevados restos del glaciar, cruza un rellano y se encarama a la brecha siguiendo una muy cómoda diagonal. Todo ello pisando una nieve que aunque puede invitar al uso de crampones normalmente se puede recorrer sin ellos.
La Brecha de Roland marca el acceso a la alta montaña. Entramos en un territorio que sin ser especialmente complicado hay que tratar con respeto. Primero descenderemos diagonalmente bajo los primeros escarpes del Casco hasta alcanzar la cadena que asegura convenientemente el paso de los Sarrios. Se trata de un terreno empinado y roto en el que conviene moverse con atención pero hoy, además, su acceso está protegido por un nevero empinado y expuesto. Así que calzaremos crampones aunque sea solo hasta el inicio de la cadena.
Finalizado este corto tramo nuestra ruta ha de atravesar medias laderas con pendientes pronunciadas e interminables graveras que caen hacia las fajas que desde el collado de los Sarrios apuntan hacia Góriz. El paisaje en toda esta zona resulta fabuloso.
Pasado este cuello de los Sarrios solo nos resta remontar hacia la vaguada que separa las cimas de la Torre y el Casco y desde donde resultarán accesibles cualquiera de las dos. Hoy nos vamos a por la Torre y para ello nos dirigimos hacia un evidente corredor que se abre en la muralla oeste de la Torre. Parece un trayecto aguerrido pero una vez en faena comprobaremos que no presenta especiales dificultades y se remonta con facilidad. Eso sí, crampones y un piolet se antojan como imprescindibles, si como hoy, la canal se halla cubierta de nieve. Un pequeño trecho con una inclinación máxima que no llegará a los 45º y enseguida se llega a un cambio de pendiente donde volvemos a recuperar el aliento. Solo resta superar un escarpe donde hay que apoyar las manos sin que haya en la trepadita nada especialmente reseñable.
Ahí arriba lo que se despliega ante nuestros ojos nos devuelve en generosos favores todo el esfuerzo realizado. Nos asomamos con cuidado a los abismos que al norte se abren sobre el valle de Gavarnie. Allá abajo, quedan los más de cuatrocientos metros de salto al vacío de la gran cascada que parecen pequeños dentro de los mil quinientos metros de pared que la acogen. Su estruendo formidable nos subyuga mientras contemplamos los coloristas reflejos irisados de sus espumas.
A un lado, la muralla que rompe la Brecha de Roland, ahora oculta, nos guiará la mirada hacia el Taillon que se eleva algo más de cien metros tras el Casco, mole que contemplamos en primer plano. Por oriente, la sierra escarpadísima de la Espalda y los picos de la Cascada marca su abrupta dorsal hacia el Monte Perdido, punto culminante de este macizo con sus 3355 m, a un lado y el pico de Marboré, verdadera vertical sobre Gavarnie, al otro.
Pero es que por el sur tenemos el valle de Ordesa. Aunque de él solo percibiremos su inicio tras la llanura de Góriz y la pequeña ventana sobre sus escarpes meridionales que nos ofrece la rotura del circo de Cotatuero. Toda la zona entre lo profundo del valle y la posición que nos ocupa no tiene desperdicio. Un mundo complejo y misterioso repleto de simas, aguas torcidas, lapiaces y neveros con los que la geología explayó su más apasionante prosa. Allí, aunque no por su altura, llama especialmente la atención el pico del Descargador, donde la naturaleza ha creado una auténtica representación en curvas de nivel a escala real.
Satisfechos pero no cansados de admirar tanta fortuna vamos a descender buscando esta vez una ruta que bordeando primero hacia el este, después hacia el sur y luego ya hacia poniente nos conducirá a la faja del Sarrio, un espectacular camino estrecho y colgado que flanquea la mole somital de la Torre. Las vistas hacia el Casco nos cautivan.
Pronto llegamos al punto donde parte la canal que usamos en la subida y de aquí a la brecha nos moveremos ya por terreno conocido. Eso sí, haremos un pequeño alto ganando la vistosa cima del pico Anónimo que se sitúa sobre la vertical de la cueva de Casteret. Nos hubiera gustado acercarnos a su entrada, o subir al Casco… pero el ritmo pausado que hemos traído y los ratos dedicados al embeleso han hecho correr el reloj y decidimos sin más desandar lo andado antes de la fresca jarra de cerveza que nos aguarda en Bujaruelo.
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